martes, 31 de agosto de 2021

Tras vacunarme. Segunda dosis. 17 de junio de 2021.

Fui a vacunarme
con lluvia
y sin cita previa
por una fallida gestión
de la Comunidad de Madrid.
Era jueves.
Además, me olvidé
el DNI en casa,
lo que no me impidió
superar todos los controles.
La sanitaria me preguntó
en qué brazo 
quería el pinchazo.
Le dije que en el izquierdo
porque tengo antídoto
para rato.
Adelantándome al futuro,
le pregunté
sí una mujer embarazada
podría ponerse la Pfizer.
Me dijo que sí
y ahí empezó todo.
Muy amable y 
gracias por su curro,
me despedí.

Mientras esperaba
el certificado
de 'Astrazéneco'
en una sala de espera
casi marcial,
avisé a mi mujer
de que,
en caso de ESTARLO,
podría completar
su vacunación si quería.
Me dijo: 'Qué bien',
al mismo tiempo
que se cagaba
en el de la puta caldera
por no haberse presentado
a su hora.

Todas felices y contentas
a los quehaceres
de aquel jueves
más otoñal que primaveral,
lo cual se agradeció.
Inflado de paracetamoles,
pasamos una tarde
muy agradable
por la empatía
del pequeño cachorro.
Desnudos en el baño,
mi hijo me preguntó
por la tirita
que llevaba en el brazo.
Le dije que era
por la vacuna contra el virus
que tanto nos había
hecho cambiar,
a algunas más,
a cientos menos.

Era jueves
y mi jefa estaba acojanada
de que me diese
reacción para el viernes.
Le dije que se tranquilizase,
que no la fallaría,
pero que yo necesitaba
estar bien para ver 
a Mi Kuadrilla el sábado.
No me equivoqué,
todas salimos ganando.

Llego Mamá
del trabajo a las 20.00
y empezó 
la carrera emocionante
de expresarse
todo lo acontecido en el día.
Unos besos retozados de abrazos,
juegos en el salón,
carreras por pasillos y esquinas,
hacer pis rápido en el orinal,
unos cuentos,
subirse al water 
para lavarse los dientes,
otros cuentos
y el ritual de frases
para dar la bienvenida
a una noche anticipada
por no dejar rendijas
abiertas en las persianas.
Pizza para celebrar
que este virus no me mata
y al acabar,
dudas, incertidumbres e ilusión
en cantidades industriales.

- ¿Me lo hago o no me lo hago?
+ Yo que sé Cari.
- Pero ¿tú qué dices?
+ Yo, lo que tú elijas.
- Me lo hago.
+ Espera que voy a hacer un vídeo.

Meada dantesca
en un vaso de cristal
donde habíamos
bebido agua
durante la cena.
Mete el primer test.
+ ¿Esto cuánto tarda?
- Unos segundos.
+ Pero ¿qué tiene que salir?
- Dos rayitas si estoy embarazada.

Los latidos se escuchaban
en el vídeo
y la risa nerviosa
eran las interferencias
de toda buena conversación.

Diez segundos después:
DOS RAYITAS.
+ ¿Esto qué es?
- ¡Embarazada!
+ ¡¿Esto qué es?!
- ¡Que estoy embarazada!
+ ¿Estás embarazada?
- Estoy embarazada.
Un beso selfie
como el del Albatros
para que de nuevo,
cambie todo.
Un abrazo rompehielos
y una caricia exquisita
en el ombligo.
- Voy a abrir el otro test.
+ ¿Para asegurarnos?
- Este lo dice con palabra: EMBARAZADA.
+ Venga vale.
Otra muestra de pis,
ésta vez más agonizante
por la espera.
+ Pero ¿cómo funciona?
- Espera que leo las instrucciones.
Y mientras leía,
el tiempo de carga se completó
y puso/dijo:
EMBARAZADA.
Otra explosión de risas
valientes y satisfechas,
beso-cinturón
y abrazo enredadera.
+ Vamos a contárselo a Enzo.
- Pero si está dormido.
+ Da igual.
Corremos de puntillas
y a oscuras.
Entramos en la habitación,
encendemos la luna
y se lo decimos.
+ Enzo, vas a ser hemrnao mayor.
Vas a ser TATE como Papá+
Se mueve a duras penas
inclinando la cabeza
y abriendo los párpados
como interrumpiendo su sueño.
Se da la vuelta,
acomoda la cabeza,
cierra sus ojos
y contesta
con una respiración profunda.

- Vámonos, ya se lo hemos dicho.

Volvemos a la cocina,
el sitio donde tantas
cosas nos han pasado
y tomamos aire.
+ Vale, tranquilidad.
Paciencia y cautela
en las próximas semanas.+
- Si, despacio,
por respetar al resto
y sobre todo a nosotras mismas.-
+ Tengo que decírselo 
a mi hermano, 'El Testigo'.+
- Pues claro.

+ Hermano (22.35)
# ¿Qué pasa tron?
+ Foto ✓✓.
Chúpate esa.+
Videollamada al canto
reproduciendo los mismos pasos,
instantáneas y hechos
de aquel 2 de mayo de 2018.
Todo dicho
y habiendo hecho
las fotos de rigor,
a la cama.

+ A ver quién nos duerme ahora.
- Ya te digo.
+ Enhorabuena.
Beso.
- Igualmente.
Beso.
+ Te quiero muchísimo.
Beso.
- Y yo.
A los diez minutos dormidas.
Chuparos ésa.

_Primer texto
a mi segund@ hijoa_



domingo, 1 de agosto de 2021

La parte de la crianza que nadie cuenta

Se aprende a ser
pamadre
o figura de referencia
primaria
en la crianza
como se aprende
a ser adolescente:
sin un rumbo definido
y a hostia limpia.

Aquí no se va a hablar
sobre los comeflores
que vomitan corazones;
aquí estamos para
escribir sobre realidades,
seguramente preciosas,
pero también durísimas.
Y es que, la crianza,
la de andar por casa,
no con el ánimo
de infravalorarla,
sino con la voluntad
de la profundidad
que implica el hogar,
es una jungla
de contradicciones,
decepciones
y pesares.
Ya está bien
de magnificar
la disciplina positiva.
Es momento de
hacer psicología
(de la auténtica)
para posicionarnos mejor
en el abanico
de los acompañamientos.
Y para hacerlo,
por supuesto,
me basaré en mi
experiencia personal,
tan legítima como
la de cualquier
experto en pedagogía
y claro está,
por encima por goleada
de los discursos efectistas
y los carroñeros vendehumos.

La parte que nadie cuenta
no tiene medallas,
ni reconocimientos
que valgan,
ni siquiera tiene
un ápice de satisfacción.
A veces la crianza
hay que afrontarla
como unos juegos olímpicos
donde te enfrentas a pruebas
sin ser especialista en nada.
Y claro, hay caídas,
errores, falta de consensos,
imprevistos de última hora,
emergencias sanitarias,
fallos en la coordinación,
canales equivocados...
y culpa,
el puto sentimiento
de culpabilidad
autoimpuesto
o derivado
de las presiones sociales.

La crianza también
es sentirse
como una puta mierda
con patas,
perdida y cansada.
En ocasiones deambulamos
somnolientas
haciendo las cosas
a medias
con la sensación
de no llegar a nada
a tiempo.
Esa racha negativa
en la que te ves inmersa
como si fuera
un acertijo irresoluble.
Porque lo intentas
pero no lo consigues.
Porque las expectativas
se convierten
en la bofetada
que nadie debería darte.
Por eso te gustaría
ser una osa
que hibernara
medio año
en una cueva.

Porque hay veces
que no sabemos
cómo hacerlo
y otras tantas
que no encontramos
las respuestas nunca.
Como manchas
que no desaparecen
por mucho que las laves.
Efectivamente hay días
que te gustaría volver
a ser una niña
dependiente
para que se encargaran
de ti
despojándote de cualquier
responsabilidad.
O la de no levantarte
como si la cama
fuera a curar
todas tus debilidades.
Esta es la llamada
convivencia
de muestras contradicciones
donde además
te sientes continuamente
juzgada.
Como si no tuvieras
suficiente contigo misma,
como para estar
pendiente de las
opiniones del resto.

Y lloras como
un pozo sin fin.
Y gritas por dentro
hasta quedarte
afónica.
Y aprietas fuerte
las articulaciones
de tu mano
para diluir la rabia
que llevas dentro.

Aquí no hay recompensas
ni agradecimientos tangibles.
Aquí no sale
el arcoiris,
no hay brisa que
calme la asfixia.
Aquí te encuentras sola
y sucumbes
a vivir de rodillas.
Aquí es donde sale
el fascismo
que todas llevamos dentro.

Y cada una le pondrá
un nombre
a lo que le ocurre.
Y lo dotará
de un significado distinto
según le corresponda.
Y le llevará
más o menos tiempo.
La soledad de
la corredora de fondo.

Todo esto
también
es la crianza.
Que no te engañen.
Que no te lo cuenten
sin tu permiso.
Ésta es la parte
que nos empeñamos
en invisibilizar.
Y hasta que no asumamos
que haya que aprender
a vivir con ello,
no podremos dar
lo mejor de nosotras mismas.

Se me olvidaba.
Escribo esto
siendo hombre
con una mirada
medianamente sensible.
Si eres mujer,
por el hecho de serlo,
la gravedad de los acontecimientos
se infiere infinitamente
más compleja.
Lo siento.

_A la madre de mi hijo.
A la mujer que me acompaña
y a la que acompaño_