Curioso mundo este donde en el intervalo
de diez minutos
pueden llegar a abrazarte para después cruzarte la cara.
Con lo bonito que es el vuelo de tu falda
y lo mal que vistes las gafas de pasta.
Recojo las calles como si estuviera
enrollado en una alfombra
para que veas el Gris y sientas Abril.
Lo demás es tontería, tanto,
como cuando sientes vergüenza y te tropiezas...
¡Ay! si cayeras encima mía....
Con esa constelación de lunares en tu espalda
colecciono noches y borracheras.
Los trajes de etiqueta ya no cuentan
porque te visto con mi lengua la piel.
¡Venga! otra copa de vino
y te exploro peca a peca
hasta rozarte la nariz, con la mía
y te robo el aliento.
Te besé con 17 años mandándote
una postal certificada a tu oído.
El haber tenido permiso,
es decir,
tu silencio,
no era requisito indispensable para actuar.
La verdad es que volvería atrás justo en aquel momento
para hacer las cosas de otra manera,
sin pactos ni anticipos.
Por aquel entonces, un servidor
ya era el remite de cartas buzoneadas
a escondidas en tu mochila.
Hemos madurado tanto,
que l@s que se marchitan
lloran por su fracaso.
Que encierren al destino como concepto
que tuvo que ser abortado,
que yo ya me quedo a tu lado (que no contigo),
para que seas tú la que me diga
-quédate conmigo-.
Ese es el mejor argumento contra el destino,
el de mirarte
y saber
que me puedo morir a gusto
a pesar de que no vuelva a verte
en jardines de Edenes con hojas en los genitales.
Hagamos de nuestra mezcla
un secreto que no viaje a ninguna parte;
una industria con una sola patente...
la que esconde tu caja fuerte.
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