Con un pie en el suelo y el otro en el futuro,
me levanto en el incívico presente.
Tengo la suerte de disponer de una mañana falsa de promesas.
Llego a la oficina de empleo media hora antes de la apertura oficial. Tengo que elegir entre colas aleatorias; por supuesto, elijo la de "l@s tont@s", es decir, la de l@s que llegan l@s primer@s y son sabotead@s por l@s últim@s.
Puro reflejo nacional, puto espejo incondicional.
Me empapo de diversidad y descubro ojos que nunca han sido felices. Un poco de esperanza en el bolsillo izquierdo y otro poco de fe en el derecho. Yo, solo y vacío, me pongo la barba más poblada que tengo para sentir algo de compañía...
y de conciencia...
y de compromiso...
y de responsabilidad...
Las cosas han cambiado tanto que antes de entrar por el coño institucional, sale una vigilante de seguridad para informarnos del debido cumplimiento a la hora de proceder en nuestros quehaceres. La susodicha pide silencio y atención ya que no puede forzar la voz mientras se fuma un cigarillo; así me curo yo también la garganta y si no, que se lo pregunten al Posi.
¡PUM! Pistoletazo de salida y comienzan a verse la picardía y fullería de este país. Instantáneamente me acuerdo de España y de Lorca mientras pienso que la segurata debería tener un extra en su sueldo. Quizá me haga el curso.
El rebaño se descarría maltratando al colectivo dormido mientras la camada de lobos brindan a nuestra salud. El caso es que una señora intenta desahogarse conmigo por confusión y contradicción entre su crucifijo tan caído como sus tetas y sus insultos castos. La miro y la hago pequeña hasta que desaparece para subir a su cielo con alas negras. Reflexiono sobre las horas de sol que llevo a mi espalda y me reconforta pensar en Albert Pla y en las bombas. Pongo en marcha mi táctica lógico-militar y concluyo que me encantaría inmolarme en bastos corazones clasistas.
En fin, me refugio en una esquina a esperar que suene por el monitor el número 33; hubiera deseado tener una bolsa de palomitas para disfrutar mejor del espectáculo, o quizá, un fusil de asalto.
Me atiende una funcionaria que tiene esos típicos músculos en los mofletes que no le han permitido sonreír en su vida. A pesar de ello resultó maja y me perdonó la vida atendiéndome correctamente.
Superada la gestión me enciendo un piti antes de salir de la oficina para intentar reducir mi ansiedad enfermiza...¿Qué malote eh? Me han convertido en un provocador nato, aunque preferiría ser el mártir de l@s despojos.
Vuelvo al barrio que me hizo y hará un hombre de provecho para tomar el tercer café del día; tengo mucha ilusión depositada en las dos entrevistas de ¿trabajo digno? que me esperan. Agradecería un poco de droga pero me conformaré con un antidepresivo que, aunque no rima, sigue llamándose poesía ¿no?
Rumbo a la Castellana a algún portal perdido de alguna empresa tapadera, me conciencio para mi entrevista de promotor comercial. ¿El mejor rato del día?, el trayecto leyendo a Galeano mientras empodera mi indefensión.
Llego 40 minutos antes de lo esperado, porque otra cosa no, pero formal si que soy aunque no use zapatos y aunque la única corbata que conozca sea la "francesa". Encuentro el sitio en cuestión y escupo en el telefonillo no vaya a ser que se me olvide el piso.
Vagabundeo y nunca mejor dicho, por el Paseo de la Castellana mientras rompo el contraste armónico de la urbe...ni el mejor butrón. Encuentro un estanco y aprovecho para comprar papel de fumar. La dependienta, de Pedro del Hierro por lo menos, se queda estupefacta con mi barba...ni en mis mejores tiempos joder. Ante su descaro (menos mal que voy con pantalones largos), le hago un feedback a sus cejas, más pobladas y entrecruzadas que una gran metrópoli de China. Creo que la llego a ofender, pero al menos pago por el servicio recibido.
Me sigue sobrando tiempo y decido tomarme un cuarto café, esta vez con hielo y sin abrigo. Estando en la barra de un bar donde la gente no puede enamorarse y metido en mi y en mi composición mediocre (ésta), un camarero posa la bandeja sobre la barra tirando accidentalmente una botella de vidrio que se rompe en 123 pedazos. Asustado, se disculpa muy avergonzado. No sé si pensaría que yo era uno de estos ogros medievales a los que seguro está acostumbrado a tratar....¡NO! yo soy el hijo de Satán, pero no desataré mi furia contra ti (esto solo lo pienso). Me encandila su acento sudamericano que no es argentino ni uruguayo colmándome de paz y gratitud....por fin, una mirada despreocupadamente alegre y limpia. Me despido con un gracias y me contesta -con mucho gusto-, a lo que yo le digo -no, el gusto es mío caballero-; no sé por qué siempre me ha encantado decir esta frase. De paso le dejo un currículum y le sonrío.... cinco horas después de levantarme lanzo mi primer gesto afectuoso.
Me quedaban 10 minutos para entrar. Enciendo un cigarro, purifico mi aliento con chicle de menta que posteriormente dejo incrustado en la cristalera de una oficina bancaria, así que párriba. Pico el telefonillo con cuidado para no tocar mi esputo anteriormente depositado con precisión y me dejo llevar....como el ave que planea en la corriente de aire caliente mientras prepara su ataque...solo que ésta vez, la presa era yo.
Entro al recibidor del piso que recuerda a una clínica dental. Doy los datos y me siento a esperar al lado de otr@s tant@s jóvenes preparad@s para la competición. La radio estaba puesta a toda hostia de lo que parecía ser una de estas emisoras de música moderna en inglés. Me da por pensar que yo soy más de follar en la cocina con TOP-RADIO.
Algunas de las que esperaban como yo, venían vestidas de Gala, por cierto, una buena amiga mía; los machotes venían disfrazados de JACKANDJONES, y yo....con la misma ropa que cuando tenía 14 años ya que pegué el estirón precozmente y así me he quedado, poca cosa.
En la sala contigüa (y pongo diéresis porque me da la gana) una cristalera completamente transaparente servía como testigo de lo que allí se estaba produciendo. _un círculo compuesto por más de 30 jóvenes le reían las gracias al coach que les instruía para la batalla, el arte de la guerra ya sabéis, hij@ puta el último y estafa a todo el/la que puedas. Me recordó a la hoguera de San Juan donde hubiera calzinado algún que otro cerebro crudo con el que me he topado, o al típico botellón de párking poligonero con sus correspondientes bástagos cumplidores por encima de todo del orden y la ley simpatizantes del rey.
La cosa prometía. Bebí un poco más de Galeano y de sus "Venas abiertas de América Latina"...en ese preciso instante, deseé estar en el 79. Al hilo de esto, recordé que no hace muchos años, el libro más vendido de la Feria del Libro de Madrid fue el de la biografía y reflexiones por Carmen Lomana.
El caso es que llega mi turno y me acomodo en una silla más que ergonómica. La entrevistadora utiliza un volumen muy alto de voz, me colapsa, nace la rabia. De repente adopta el rol de "casi colega"....la estafa era inminente. Ante las condiciones y funciones laborales expuestas pienso: "esto es criminal, debe de ser ilegal...si la gente o alguien lo ve como yo...¿por qué me llaman a mi radiKal? y encima con K para que suena más a Euskera, que por cierto no se le denomina Euskera al idioma sino Euskara...¿Y por qué pongo la primera letra con mayúscula si no es nombre propio? pues porque me sale de los Kojones.
Surge odio de mi sien y comienzo a sudar; en este punto del manifiesto no soy capaz de sentir la poesía (hasta eso me quitáis a veces). Que poeta ni qué carallo, ésta vez en Galego ( conscientemente con una sola L), lo que soy es un sin verguenza (ahora sin diéresis pá no poner tanto puntos), o al menos eso es lo que me dice mi madre -Hijo, eres un sin vergüenza pero atractivo-. Continúo pensando en mi vieja mientras la chica me taladra el tímpano y parte del corazón. Madre coraje, pienso, que a pesar de todo, es la que todo lo puede y todo lo hace...nada de dios, ni patria ni amo, que pá eso ya están las poquerillas .
Rechazo el pacto con San Judas al ofrecerme vender tarjetas de crédito de un reconocido banco. Ya paso suficientemente por el aro como para encima ponerme su uniforme y logo para no cobrar las dos primeras semanas si no cumples los objetivos míninos....que decrepitud, y yo con deportivas en lugar de cangrejeras. Total, que ante mi negativa decide hacerme una postoferta más típica de las compañías telefónicas, reduciéndome de esta manera los objetivos exigidos. Estaba ya sacando la granada de mano del bolsillo cuando caí en la cuenta de que el arsenal ya estaba reservado con nombres y apellidos propios. Educadamente pero con una mirada que no olvidará fácilmente, vuelvo a rechazar la oferta del diablo.
Me voy.
No me voy derrotado pero si indignado dejando atrás en ese zulo, a decenas de jóvenes que a lo mejor no ven las cosas como yo, o no lo sienten igual, o les es indiferente...la maquinaria es perfecta y yo solo puedo matarles en boli y papel.
Unos currículums más por la zona, pitis por doquier, deseos de venganza y atentados sin premeditar (son los más poéticos) y me vuelvo pál barrio que ya le echaba de menos.
Al bajar las escaleras mecánicas comienzo a escuchar los acordes punzantes de la canción de Titanic de Celine Dion. Unas arrebatadoras ganas me inundan para tirarme de cabeza escaleras abajo, tal y como dirían algunos que yo me se, suicidarme aposta. Me excitó la imagen de mi sangre esparcida con el acero de la estructura. Pero resulta que la cosa no acaba aquí; en el segundo tramo de las escaleras mecánicas mientras me dejo llevar en el lado derecho dando paso a l@s que bajan andando por el izquierdo, un señor indescriptible se para a mi lado durante dos segundos, se me queda mirando y lanza un sonrisa que me tomo como maléfica. De nuevo los pensamiento negativos me inundan y a punto estoy de meterle una patada en la espalda buscando como fin, su tetrapejia accidentada, pero consigo sosegarme y empatizar dando la posibilidad y la opción de que a lo mejor solo quería regalarme la segunda sonrisa del día...para que luego me llaméis violento, solo tengo un 62% de perfil de sociopático.
Para más inri, entro al vagón del metro y me percato de una chica joven con muletas de pie ya que todos los asientos estaban ocupados. Me acerco a ella y la ofrezco sentarse. Mira nerviosamente buscando el asiento libre que yo supuestamente le ofrecía. Al no entender nada, me dirijo hacia el batallón de 8 personas sentadas pasando del tema seguramente viendo en sus móviles algún vídeo porno, leyendo La Razón o pegando algún moco seco en la pantalla. Respiro hondo como cuando me entran ganas de matar y con voz firme, sin esconder y sin escudos pregunto: -¿Alguien se digna a levantarse para cederle el sitio a esta chica?- Inmediatamente son 5 personas las que se levantan sobresaltadas para dejar que se sentase esta dulce señorita de conformidad acomodada.
Así pasa y decido agachar la cabeza mientras algunas de las cucarachas incapaces de hacer algo por l@s demás si no es por medio de un toque de atención, me miraban como se mira a alguien con desprecio. Yo, sonrío sin que sepan que escucho a dos grandes comuneros cantándole a La Libertad como son Gabriel Ortega y Salvador Amor de "Rojo Cancionero".
Durante media hora me evado sentando en el suelo como quien se masturba pensando en sus musas. Sin parar de escribir, me acuerdo de l@s que ya no están conmigo por diversos motivos, y de l@s que jamás volveré a acompañar por convicción propia.
Vuelvo a mi barrio de alquiler para coger algo de fuerzas y volverme a mudar a otro de más categoría señorial tras unos minutos.
Iba a por mi segunda entrevista del día. Las 15.00 de la tarde y como paso de protocolos de infantas me tomo una cerveza doble mientras voy dando fin a este, mi MANIFIESTO DE UNA INCÍVICA MAÑANA. Como la hora concreta sobrepasa la mañana para terminar corriéndose con la tarde, lo que ocurrió después tendrá que ser contado otro día en el que quizá, yo esté más contento.
Para posibles aludid@s en este relato, ponerse en contacto con Luis Eduardo Candel Vacas en el teléfono 652285538. Les atenderé gustosamente con mi violencia, que más que poética se presume verduga de sus actos y sobretodo.....de los míos.