Hasta hace año y pico
sólo me columpiaba
de un par de manos
con carácter exclusivo.
Ahora,
por exigencias profesionales
derivadas en
necesidades personales,
soporto el peso
de la infancia
con cariño y
sin arrugas.
Bienintencionados
los dedos y las caricias,
sujetos nosotros
y el mundo
pendemos de un hilo
ausente de juicios,
los malos se salvan
pero nadie les
ofrece la mano.
Dame la mano
hermano,
que te sepa
a campo regado
y a trigo
recién segado.
No tengas miedo
al contarlo
ni al entrecruzado
de manos,
allí podemos perdernos
y no encontrarnos
nunca solos.
Distintos tamaños
y pesos
oriento en los
días pasados,
no crezcas mano,
es mejor seguir
acolchados.
Que nadie te mienta,
no es ley
vivir de rodillas
ni sentado,
así que levanta
y aparta
la arena pegada,
juntos salgamos
con la cabeza bien alta...
...pero que no se te olvide
darme la mano.